El jueves 11 de abril Uruguay amaneció distinto: se legalizó el amor, a secas. La ley de Matrimonio igualitario (ley que reforma el código civil cambiando la institución matrimonio, pero no sólo eso) fue sancionada definitivamente por la Cámara de Diputados, que aceptó los cambios que propusieron los senadores y senadoras.

El jueves 11 de abril Uruguay amaneció distinto: se legalizó el amor, a secas. La ley de Matrimonio igualitario (ley que reforma el código civil cambiando la institución matrimonio, pero no sólo eso) fue sancionada definitivamente por la Cámara de Diputados, que aceptó los cambios que propusieron los senadores y senadoras.

 

La aprobación debe permitirnos reflexionar sobre múltiples temas. Esta columna intentará tomar una de las puntas que dejó este hecho histórico. ¿Cómo ha incorporado la izquierda estas agendas? ¿Cómo la compatibiliza con sus intereses clásicos?

 

Las fuerzas de izquierda en Uruguay supieron ser profundamente machistas y homofóbicas en una sociedad que era igual o peor. Una agenda de derechos como la cada vez más presente hoy, era impensable para los partidos de izquierda hasta mediados de los ’90. Fue gracias al trabajo de los distintos movimientos sociales y militantes que la izquierda incorporó estos temas como de vital importancia.

 

Así, lo primero que se impuso fue la lucha por la visibilidad. El feminismo es el primer ejemplo de cómo hacer ver a algo que aparece como normal, dado y ahistórico como un problema social pasible de ser cambiado. A modo de ejemplo, las feministas han calculado y mostrado insistentemente la generación de valor que implica el cuidado de personas (hijos, adultos mayores, personas dependientes, enfermos). Por tanto, la estrategia fue mostrar que los temas de genero tenían que ver con lo que era considerado –casi exclusivamente- importante: la economía, o en términos clásicos para la izquierda, la base económica. Otro ejemplo que atraviesa transversalmente a todos los temas de la nueva agenda es cómo la discriminación, al permitir socialmente remunerar de peor forma a algunas personas, implica una generación de plusvalor (valor del trabajo que se queda el empleador) mayor.

 

Esta estrategia, necesaria para un momento histórico concreto y sin dudas exitosa, debe dar paso a otra: las causas de “nuevos” derechos (aborto, diversidad, marihuana, afrodescendientes) son importantes en sí mismos. ¿Por qué? En primer lugar, porque si bien pudiera existir un determinante primero, único y común, lo cierto es que la forma de abordarlos implica considerarlos en su especificidad. Entonces, lo que antes era importante porque tenía que ver con la economía, hoy es importante porque implica una mejora en la calidad de vida de las personas. En definitiva, a la izquierda uruguaya, nada de lo humano le sigue siendo ajeno.

 

Esto no puede permitirnos regalar a la derecha y a tecnócratas la discusión sobre la economía. Porque está vinculada con los temas de nuevos derechos, pero debe ser tratada en sus especificidades. Sigue siendo, al igual que 200 años atrás, fundamental entender qué tipo de relaciones regulan el vínculo de los individuos con los recursos que permiten producir bienes y qué tipo de relaciones establecen la forma en que se distribuyen esos bienes. La caída del socialismo real (la Unión Soviética y los países de Europa Oriental) hizo más fácil que por momentos nos fuéramos demasiado para uno de los dos lados del péndulo: dejar de hablar de economía para hablar solamente de lo sobreestructural.

 

En definitiva, debemos pensar sobre las dos cosas como fenómenos específicos y que afectan de forma importante la calidad de vida de la gente, reconociendo también los momentos y las formas en que ambos aspectos se vinculan y se refuerzan. Trabajando simultáneamente en los dos lados del péndulo, la consigna puede ser igualdad de oportunidades para ser lo distintos y distintas que queramos.

 

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