En una columna hace ya un tiempo hablábamos de la reacción conservadora ante los avances que la sociedad civil organizada había logrado conquistar. Estamos ante un momento crucial donde lo que está en juego es si Uruguay sigue avanzando hacia más democracia, más equidad, más libertad y más ciudadanía, o si vuelve a ser una sociedad hipócrita que ante los problemas de la gente mira para el costado.
En una columna hace ya un tiempo hablábamos de la reacción conservadora ante los avances que la sociedad civil organizada había logrado conquistar. Estamos ante un momento crucial donde lo que está en juego es si Uruguay sigue avanzando hacia más democracia, más equidad, más libertad y más ciudadanía, o si vuelve a ser una sociedad hipócrita que ante los problemas de la gente mira para el costado.
En la campaña de quienes quieren derogar la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (Nº 18.987) una vez más nos debemos enfrentar a una importante cantidad de golpes bajos, de desinformación y tergiversaciones que solo buscan entreverar. Será que también quienes quieren retacearnos derechos reconocen que la sociedad uruguaya está madura y sabe que a la práctica del aborto hay que regularla para que sea segura. Será que subestiman a una sociedad que ya reconoce esos derechos como ineludibles
La única legislación vigente sobre aborto es la Ley aprobada. Esta ley no obliga a nadie a abortar, sino que facilita la eliminación de barreras al aborto seguro para todas las mujeres de nuestro país, sea cual sea su condición. Así, si se derogara volveríamos a la situación de clandestinidad en la cual las mujeres abortan en las peores condiciones para su salud. No es cierto que esta ley puede ser mejorada eliminándola.
La confusión llega a la apropiación de nuestras consignas. Quienes quieren derogar llaman a votar por el derecho a decidir. Es tan ridículo que llaman a decidir para eliminar el derecho a decidir.
Solo deben ir a votar el 23 de junio quienes quieren derogar esta ley. Así lo marca la única papeleta que habrá disponible. Esta ley ya pasó en reiteradas oportunidades por los mecanismos democráticos que tiene nuestro país para aprobar leyes. Que sean algunos pocos parlamentarios quienes desconozcan esto e indiquen que la única forma de resolverlo democráticamente es con el voto popular, es una subestimación de la inteligencia de la gente, de todos nosotros y nosotras.
Ante una ley aprobada, quienes quieren derogarla deben demostrar que son suficientes como para que amerite realizar una instancia consultiva obligatoria. Pasa así con las recolecciones de firmas tradicionales. Ahora, el 23, quienes quieren derogar esta ley deben demostrar que son tantos como para que sea justificado el instalar un aparato tan grande como el necesario para un referéndum.
Quienes defendemos los avances logrados tenemos una sola opción que es igualmente democrática: no ir a votar.
El 23 se resuelve algo muy concreto: luego de que vos, tu pareja, tu prima, tu hermana, tu hija, tu madre resuelvan abortar, ¿a dónde deben ir para hacerlo? ¿Al inseguro e hipócrita circuito clandestino o al Sistema Nacional Integrado de Salud? Nosotros y nosotras lo tenemos claro: respetamos las decisiones soberanas de cada una y defendemos el derecho a tomarlas.
Por eso, quienes nos quieren recortar derechos y trampear el futuro se encontrarán, junto a las organizaciones de derechos humanos, feministas, de la diversidad, el movimiento sindical y estudiantil y el Frente Amplio, al IR en la calle.
Porque la única forma de seguir avanzando en más y mejor democracia es impedir que nos lleven de vuelta al principio. Porque queremos vivir en un país que brinde garantías a las personas, tomen la decisión que tomen. Porque respetamos a todas las religiones y perspectivas del mundo, pero queremos que se respeten todas las opciones. Porque estamos enamorados de la laicidad.
Porque queremos vivir en el país de la libertad. Por eso, por nosotras, por nuestras madres, hijas, hermanas, primas, amigas, el IR dice bien fuerte: NI UN VOTO A LA HIPOCRESÍA.