Tenemos muchas dudas sobre de qué hablamos cuando hablamos de “renovación”. Es más, no sabemos muy bien si está bien que usemos ese término. Es que se habla tanto de renovación y nos queda tan poco claro de qué se trata. En general, termina hablándose de recambio de personas. Sin dudas que esta es una dimensión que nos importa y mucho, pero creemos que no abarca ni agota todos los movimientos -de cabezas, de personas, de género, de edades, de sensibilidades y hasta de estilos- que el FA necesita hacer. Por eso, sea o no “renovación” la palabra más útil, sí sabemos una característica que tiene que tener: debe ser radical, en términos de ir a la raíz de las cosas.
Nos preguntamos, como ejercicio, por qué el FA necesita renovarse o transformarse radicalmente. Nos acordamos de Benedetti con esa frase que plantea que “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”. En nuestro caso, muchas de las preguntas cambiaron porque el FA ayudó a responder las anteriores, en un mundo que también cambió sus preguntas. Por ejemplo, Uruguay ya no se pregunta si es un país viable. Hoy sabe que lo es, que puede ser un país productivo, con niveles de indigencia y pobreza bajísimos. Pero sí se pregunta cómo hacer para convivir menos violentamente, o cómo democratizar una educación que debe cubrir no solo a aquellos que siempre fueron sujetos de derecho, sino a aquellos que empezaron a serlo desde 2005.
Por tanto, necesitamos respuestas a nuevos problemas. Seguramente la producción teórica anterior aportará elementos fundamentales para pensar posibles cursos de acción. Pero otro importante aporte de esos grandes pensadores es que no hay recetas preestablecidas que sustituyan el riguroso y sesudo análisis de la realidad en la que se va a tratar de incidir. Así, es necesario recurrir sí a cosas que nos aporten pistas, pero también y sobre todo es necesario tener coraje para soñar con un país distinto basado en nuevas y diferentes soluciones. La imaginación y la audacia resultan, por tanto, un acto de responsabilidad hacia el país y la vida de los y las uruguayas. Estamos obligados a ser audaces e imaginativos porque estamos obligados a aportar soluciones.
Bajando un poco a tierra, cuando nos planteamos cómo renovar, creemos que la pista debe venir desde la política y la ideología. Ese tipo de respuestas que necesitamos podrá ser apoyado por la ciencia y, por ejemplo, la gestión, pero estarán en el campo de la política y la ideología. Por tanto, debemos politizar e ideologizar nuestros debates. Aun en la izquierda, teniendo claro que la construcción de la unidad no pasa por la minimización de las diferencias internas -políticas e ideológicas- sino por la habilidad para llegar a síntesis colectivas. Son la política y la(s) ideología(s) las que pueden ayudarnos a saber cómo y por dónde caminar.
Nos preguntamos también quién o qué debe renovarse o transformarse radicalmente. Y estamos cerca de estar absolutamente convencidos de que el producto del ejercicio serán nuevos acuerdos colectivos. Es decir que el FA debe poner sobre la mesa sus acuerdos, discutirlos y generar nuevos, con más o menos elementos provenientes de los anteriores. Aunque planteamos que hay que ideologizar nuestros debates, esto no implica que llegaremos a acuerdos ideológicos: sabemos que al FA lo unieron y lo unen acuerdos programáticos. Por tanto, discutamos desde nuestras ideologías para acordar nuevas líneas estratégicas.
De lo anterior se desprende que lo único pasible de ser renovado es el colectivo, el Frente Amplio. Es así que es una tarea de toda la fuerza política emprender este viaje. Naturalmente, no debemos esperar a que todos soplen por igual la vela para que el barco navegue, sino que estamos dispuestos a soplar mucho, todo lo que nos sea posible, para que el Frente se transforme radicalmente, pero estamos convencidos de que en el barco debemos estar, cada vez más, todos y todas. Por eso le decimos al FA (y por tanto nos decimos, dado que este sayo nos lo ponemos sin dudar) media pila, estar a la altura de nuestro pueblo nos obliga a transformarnos.
A modo de post data: No hablamos aquí de la renovación generacional. Es verdad que la juventud es una cuestión de cabeza. Lo sabemos y actuamos en consecuencia. Los y las jóvenes, por tanto, no son garantía de renovación. Sin embargo, creemos que son una condición necesaria para transformarnos. Y creemos dos cosas más: que cuanto más rápido incluyamos a los y las jóvenes, menos habrán envejecido. Y que aun siendo igual de pacatos y tradicionales que los veteranos, los y las jóvenes tienen derecho a participar, a discutir y a decidir.